Paz y bien:
Había amanecido, como de costumbre se dibujó la silueta de una peregrina entrando en el Santuario, su mirada era expresión viva de su corazón… Se sentía abrazada por la espiritualidad que irradia el multisecular templo; y por la madre de la espiritualidad: el amor.
Estuvimos charlando, percibí que había un peso en su corazón, le regalé una piedra con una flecha amarilla pintada… la piedra simboliza su vida, y la tiene en sus manos… la flecha amarilla -en el camino de la vida,-, es el amor.
La bendije como suelo bendecir a los peregrinos, la abracé, y rompió a llorar, al oído me susurró que estaba caminando por su marido, tenían previsto realizar la peregrinación ambos, pero él falleció.
Le dije que él está con ella, que también camina con ella, que va en su corazón. Y le regalé otra piedra con la flecha amarilla.
Historias de la vida, que nos hermanan, porque el sentimiento es universal, y la pérdida de un ser querido supone siempre un hueco en el corazón.
Necesitamos abrazar y ser abrazados; abrazarnos.
Edifiquemos y sostengamos una cultura del abrazo, símbolo de afecto y aceptación. Todos lo necesitamos.
Ultreia e Suseia.
Buen Camino