Paz y bien:
Ascendía la peregrina hacia la cumbre de la montaña, el otoño iba trazando un sendero de hermosura agreste y policromada entre amarillos, ocres, marrones, verdes, rojizos…
El cuerpo iba al borde de su resistencia natural; en Ecos momentos el dolor interpretaba el papel principal de la escena en el camino de la vida.
Solo por un momento, una mirada furtiva, reparó en que allí, junto al sendero, una hermosa flor deleitaba la mirada.
Sus pétalos amarillos se sostenían sobre un tallo que sobresalía entre la mortecina hojarasca.
La humilde flor hermosa expresaba allí su esencia, su belleza, su fragancia, en el corazón del otoño.
La peregrina no pudo sino inclinarse, mientras sus ojos se humedecían bañados en una mezcla de dolor, de amor, de liberación.
Y pensó: así somos, una flor, una simple flor, con sus raíces en la tierra, la mirada en el cielo, no ensimismada en sí misma sino deseosa de ofrecer su esplendor, su belleza, su fragancia, al viandante, a cualquier viandante.
Así somos: como flores, ya no solo de primavera, también de otoño, cuando las inclemencias del tiempo apresuran su venida.
Sé lo que eres, y ofrece lo mejor de ti: la semilla está en tu alma.
Eres vida, belleza, bondad…. eres tú, con los demás.
Ultreia e Suseia.
Buen Camino.