Como en Semana Santa disponía de varios días de fiesta, decidí incrementarlos con unos días de vacaciones y conseguí diez días para recorrer una parte del camino, ese camino aragonés con el que tantas veces había soñado y sobre el que tanto había leído.

            Fui hasta Somport y entre la nieve que aun se mantenía en las partes más altas del Pirineo, comencé a caminar en solo. Durante un par de días coincidí con otro peregrino en el albergue hasta que después de Eunate, cuando los caminos se juntan, ya son más numerosos los peregrinos que nos vamos encontrando cada día.

            Los pueblos en los que me detenía a pasar la noche, eran pequeños y se visitaban enseguida, por lo que disponía de tiempo de sobra para aburrirme un poco cada jornada hasta que me vencía el sueño y conseguía recuperar las fuerzas que había perdido en la jornada.

            Cuando me encontraba en el albergue el segundo día de camino, como no había nada con lo que pudiera entretenerme, decidí coger el libro en el que los peregrinos van dejando sus impresiones del camino, del albergue, de la acogida y de los sentimientos que van experimentando.

            Un mensaje reciente, dejado unos días antes llamo mi atención:

            “Santiago, ayuda a San Mames y entre los dos no permitáis que mi Athletic baje a segunda”

            Era un mensaje un tanto improcedente para un peregrino, pero un hincha de un equipo de futbol, sufre como nadie cuando su equipo no va bien y parece que este peregrino estaba sufriendo mucho.

            El Athletic es también mi equipo favorito y aunque yo no sufría tanto como este peregrino, seguramente es que tampoco soy tan aficionado, si me preocupaba su situación, ya que un equipo histórico, por la filosofía que mantenía incorporando al equipo únicamente jugadores formados en las categorías inferiores, le hacían pasar algunos baches muy importantes cuando la cantera no era capaz de aportar nuevos valores.

            En el siguiente albergue, nada más ducharme y lavar la ropa, fui a ver el libro de registro de los peregrinos y enseguida vi el nuevo mensaje que había puesto:

            “Las catedrales acogen a Santos y nuestra Catedral debe seguir teniendo lo mejor y ser siempre de primera”

            El campo donde juega el Athletic se llama San Mames en memoria de una talla que hay en la Misericordia, una residencia que esta en un lateral del campo y ya daba asistencia a los desvalidos cuando el campo fue construido. Pero también se le conoce como la Catedral del fútbol, aquel mensaje volvía a repetir y a solicitar esa intercesión divina para que el equipo se mantuviera en primera división.

            Cada día me encontraba un mensaje diferente pero todos pedían lo mismo. Era la primera vez que me ocurría algo parecido y también llegó a ser lo primero que miraba cuando llegaba a cada albergue. Solo un día no encontré escrito ningún mensaje por lo que pensé que los peregrinos habían dejado el camino ese día, se habían alojado en otro albergue del pueblo o se habían detenido en el pueblo anterior o en el siguiente.

            Cuando llegué a Puente la Reina, donde los dos caminos se convierten en uno solo, volví a mirar el libro. Ahora el peregrino que escribía estos mensajes, caminaba un día por delante, entonces me di cuenta de lo que yo había caminado ese día y pensé que si alargaba alguna etapa quizá pudiera conocerle antes de dejar el camino.

            “Como un león, estoy recorriendo el camino y solo pido que los leones saquen la fuerza suficiente para que puedan continuar en la división de honor y yo haré honor a mi promesa”.

            Los jugadores del Athletic, son conocidos como los leones y el peregrino hincha, parecía que estaba dispuesto a todo antes que el equipo de sus amores y de sus ilusiones, perdiera la categoría que mantenía desde que se fundó.

            “Si el Athletic gana el partido que tiene que jugar hoy, prometo estar hasta que llegue a Burgos sin probar ni una gota de licor”

            Esa promesa, dependiendo del hábito que se tenga a las copas, puede suponer un gran esfuerzo para la persona que lo hace.

            Tanto fervor, me hizo concebir la ilusión de conocer a la persona que iba por delante, como solo quedaban tres días para llegar a Burgos, me propuse conocerlo antes de llegar a la capital castellana.

            Volví a planificar las etapas y en lugar de los veinticinco o treinta kilómetros que recorría cada día, ampliaría una docena de kilómetros más cada jornada y quizá yo también consiguiera el milagro de poder conocer a este peregrino que me resultaba familiar y entrañable.

            Pase uno o dos días sin encontrar ningún mensaje en el libro de registro. Al ampliar la distancia que recorría cada día, no coincidíamos en los mismos albergues, pero yo no descartaba que antes de dejar el camino, acabaría conociéndole.

            Llegué a las puertas de Burgos, una docena de kilómetros antes, me detuve en un pueblo en el que había un albergue y antes de alojarme, mire el libro y no había ningún mensaje puesto, por lo que tuve unos momentos de duda.

            Pensé continuar hasta Burgos, pero eran doce kilómetros más y ya llevaba muchos recorridos. Como al siguiente día daba por finalizado mi camino, me iba a quedar sin poder conocer a este curioso peregrino.

            Antes de acostarme, por inercia volví a mirar el libro y allí estaba el nuevo mensaje:

            “Gracias Santiago, mañana llego a Burgos y como te prometí, no he probado ninguna gota de alcohol, pero mañana me tomaré una copa de ron para celebrar la victoria del Athletic el domingo”

            Allí estaba, por fin podría conocer a este hincha, sin poder contenerme fui hasta el cuarto en el que se encontraban las literas y grite:

–                     ¿Quién es el hincha del Athletic?

Dos peregrinos de unos cuarenta años, se acercaron hasta donde me encontraba y confesaron que eran ellos quienes venían dejando las notas en el libro de los albergues.

            Les comente la intriga y el seguimiento que les estaba haciendo desde que leí su primer mensaje en tierras aragonesas y lo que había hecho para poder conocerlos.

            Álvaro, me comentó que los dos eran madrileños, aunque habían vivido unos años en Bilbao y desde entonces el equipo de la capital vizcaína le había embrujado. Como el club de sus amores estaba pasando por una mala situación, ellos querían hacer algo para ayudar y no se les ocurrió otra cosa que hacer el camino. En lugar de prometer que lo harían si el equipo se salvaba, habían pensado que era mejor ir de penitencia a Santiago y pedir cada día por ese milagro que permitiera la salvación de su equipo.

            Les comente lo original que me había parecido la idea y les brinde todo mi apoyo, aunque yo dejaba el camino al día siguiente, hasta que terminara el mes, me acordaría de ellos todos los días antes de acostarme de y de su peregrinación y también pediría por ese milagro que ellos buscaban.

            El fervor con el que caminaban, debió ser tan grande que se produjo el milagro y el equipo se salvó de descender de categoría.

            Seguramente los jugadores nunca supieron que además del esfuerzo que ellos realizaron contaron con esa fuerza divina que permitió su salvación.

 

Sentimientos Peregrinos