Los cuidados en el Camino de Santiago

Ampollas, esguinces, rozaduras… al Camino de Santiago le acompañan diversos problemas no tan agradables que pueden llegar incluso a acabar con nuestra peregrinación. Para ello, la prevención es lo más importante. Por eso, los cuidados en el Camino son fundamentales y es necesario dividirlos en tres fases: antes, en cada etapa y después de cada etapa.

Antes del Camino:

Tu peregrinación comienza mucho antes del día de partida, tienes que tener en cuenta algunas cosas importantes, especialmente pensando en las largas marchas de cada jornada. En ¿Cómo me preparo para el Camino? tienes amplia información sobre este tema, pero básicamente:
– Recuerda hacer una mochila ligera. No superes los 8-9 kilos, distribuyendo su peso de manera adecuada: lo más ligero en la base y el mayor peso en las dos terceras partes superiores.
No estrenes calzado en el Camino. Practica antes con el que vas a usar. Haz marchas de 5-10 kilómetros las semanas anteriores a la peregrinación para ir cogiendo forma.

En el Camino:

El día a día marcará tu Camino y tú mejor que nadie conoces tu cuerpo. Cada persona es diferente y los esfuerzos nunca afectan igual, aunque siempre es importante tener en cuenta estas nociones básicas, al menos para los primeros días, luego tú verás qué te va mejor.
– Te recomendamos no ducharte por la mañana o, si lo haces, que sea brevemente y sécate muy bien los pies.
Atención a las uñas de los pies: ni largas ni muy cortas.
– Para las ampollas, te puedes aplicar vaselina o alguna crema antiampollas antes de ponerte los calcetines.
No fuerces la marcha ni te obsesiones con los kilómetros.

Y después de cada etapa…

Revisa tus pies, para ver que no ha surgido ningún problema ni ningún principio de ampolla.
– Tras la ducha, sécate bien los pies e hidrátalos con alguna crema.
Cámbiate de calzado tras la marcha por uno más cómodo y aireado.

 

Dudas frecuentes del Camino de Santiago