CAPÍTULO IX: Características de la ciudad y basílica de Santiago Apóstol en Galicia

La ciudad de Compostela está situada entre dos ríos llamados Sar y Sarela. El Sar se encuentra al oriente entre el Monte del Gozo y la ciudad, y el Sarela al poniente. Las entradas y puertas de la ciudad son siete. La primera entrada se llama Puerta Francesa; la segunda, Puerta de la Peña; la tercera, Puerta de Sofrades; la cuarta, Puerta del Santo Peregrino; la quinta, Puerta Falguera, que conduce a Padrón; la sexta, Puerta de Susannis; y la séptima, Puerta de Mazarelos, por la que llega el precioso licor de Baco a la ciudad.

LAS IGLESIAS DE LA CIUDAD

Habitualmente se cuentan en esta ciudad 10 iglesias, entre las que, situada en el centro, resplandece gloriosa como la más importante, la del gloriosísimo apóstol Santiago, el hijo del Zebedeo; la segunda es la de San Pedro apóstol, una abadía de monjes, situada en el camino francés; la tercera es la de San Miguel, llamada de la Cisterna; la cuarta, también abadía de monjes, es la de San Martín, obispo, llamada de Pinario; la quinta, que es el cementerio de los peregrinos, es la de la Santísima Trinidad; la sexta es la de Santa Susana virgen, situada en el camino de Padrón; la séptima es la de San Félix, mártir; la octava, la de San Benito; la novena, situada detrás de la del Apóstol, es la de San Pelayo mártir; la décima es la de Santa María Virgen, situada detrás de la del Apóstol, y con entrada directa a la misma basílica, entre el altar de San Nicolás y el de la Santa Cruz.

DIMENSIONES DE LA IGLESIA

La basílica de Santiago tiene de longitud 53 alzadas de hombre, a saber, desde la puerta occidental hasta el altar del Salvador. De anchura, en cambio, es decir, desde la Puerta Francesa hasta la del mediodía, tiene 39. Su longitud y anchura por fuera no hay quien pueda saberlo. La iglesia en sí consta de nueve naves en la parte inferior, y seis en la superior y una capilla mayor, en la que se halla situado el altar del Salvador, y una girola y un cuerpo y dos brazos, y otras ocho capillas pequeñas más, cada una con su respectivo altar.

Hemos de explicar que de las nueve naves, seis son pequeñas y tres grandes. La primera nave, la principal, va desde la puerta occidental hasta los pilares centrales, que en número de cuatro, sustentan toda la iglesia, y tiene una navecita a la derecha y otra a la izquierda. Las otras dos naves grandes se hallan en los doa brazos: la primera se extiende desde la Puerta Francesa hasta los cuatro pilares del crucero de la iglesia; y la segunda, desde los mismos pilares hasta la puerta meridional. Estas dos naves tienen a su vez dos navecillas laterales. Las tres naves principales alcanzan hasta el techo de la iglesia, mientras que las seis pequeñas alcanzan sólo hasta las medias cimbras. Las naves grandes tienen todas ellas una anchura de once alzadas y media de hombre. Hemos de explicar que una alzada de hombre son justos ocho palmos. En la nave mayor hay 29 pilares: 14 a la derecha y otros tantos a la izquierda, más otro en el interior, entre los dos portales, mirando al aquilón, y el cual separa los ciborios. En las naves del crucero, por otro lado, es decir, desde la Puerta Francesa hasta la del mediodía, hay 26 pilares: 12 a la derecha y otros tantos a la izquierda, y dos delante de las puertas en el interior, los cuales separan los ciborios y los portales.

En el ábside de la iglesia hay otras ocho columnas exentas, entorno al altar de Santiago. Las seis naves pequeñas de arriba, en el triforio de la iglesia, tienen la misma longitud y anchura que sus correspondientes que están debajo de ellas. Por uno de los costados están soportadas por muros, y por el otro, por pilares que desde abajo, desde las naves grandes, ascienden hacia lo alto, y por unos pilares dobles, que los canteros llaman medias cindrias. En las naves de arriba hay tantos pilares como en las de abajo, y arriba, en el triforio, tantos arcos como abajo. Pero en las naves del triforio, entre pilar y pilar, hay siempre dos columnas juntas que los canteros llaman cindrias.

En esta iglesia no hay grieta ni defecto alguno; está magníficamente construída, es grande, espaciosa, luminosa, armoniosa, bien proporcionada en anchura, longitud y altura, y de admirable e inefable fábrica. Además, tiene doble planta como un palacio real. Quine recorre por arriba las naves del triforio, aunque suba triste, se vuelve alegre y gozoso al contemplar la espléndida belleza del templo.

LAS VENTANAS

Las vidrieras que hay en la catedral alcanzan el número de 63. Sobre cada uno de los altares del ábside, hay tres. En cambio, en el cielo de la basílica, en torno al altar de Santiago, hay cinco vidrieras por las que el altar del Apóstol recibe una intensa iluminación. Y arriba, en el triforio, el número de vidrieras alcanza 43.

LOS PORTICOS

Tres pórticos mayores y siete pequeños tiene la iglesia: el primero, es decir, el principal, mira al poniente; el segundo, al mediodía, y el tercero al norte. En cada pórtico hay dos entradas, y en cada una de ellas dos puertas. De los siete pórticos pequeños, el primero se llama de Santa María; el segundo, de la Vía Sacra; el tercero de San Pelayo; el cuarto, de la Canónica; el quinto, de la Pedrera, al igual que el sexto; y el séptimo, de la escuela de gramáticos. Este da acceso además al palacio arzobispal.

LA FUENTE DE SANTIAGO

Cuando nosotros, los de nación francesa, queremos entrar en la basílica del Apóstol, lo hacemos por la puerta septentrional. Delante de esta entrada, junto al camino, se halla el hospital de peregrinos pobres de Santiago, y a continuación, al otro lado de la calle, hay un atrio del que se baja por 9 peldaños. Al concluir la escalera de este atrio, hay una admirable fuente que no tiene pareja en todo el mundo. Se asienta esta fuente sobre tres escalones de piedra, que sostienen una hermosísima taza de piedra de forma circular, y cóncava, a manera de cubeta o cuenco, de tal tamaño que yo calculo que pueden bañarse cómodamente en ella quince personas. En su centro reposa una columna de bronce, de forma base heptagonal y de una altura proporcionada. De su remate salen cuatro leones, que echan por la boca cuatro chorros de agua, para refrigerio de los peregrinos y de los habitantes de la ciudad. Los chorros que salen de las fauces de los leones caen a la taza, que desagua en forma subterránea por un orificio perforado en ella. Y así ni se ve de dónde viene el agua ni adónde va. Es un agua dulce, nutritiva, sana, clara, magnífica, templada en invierno y fresca en verano. En la columna de bronce, bajo las garras de los leones, está grabado todo alrededor, en dos líneas, este texto:

«YO BERNARDO, TESORERO DE SANTIAGO, HICE ESTA CONDUCCION DE AGUA Y EJECUTE LA PRESENTE OBRA PARA REMEDIO DE MI ALMA Y DE LAS DE MIS PADRES, EL DIA TERCERO DE LOS IDUS DE ABRIL DE LA ERA MCLX

EL PARAISO DE LA CIUDAD

Detrás de la fuente está, según dijimos, el paraíso (atrio), pavimentado de piedra, en el que, entre los emblemas de Santiago, se venden las conchas a los peregrinos. Se venden allí también botas de vino, zapatos, mochilas de piel de ciervo, bolsas, correas, cinturones y hierbas medicinales de todo tipo y demás especias, así como otros muchos productos. Los cambistas, mesoneros y otros mercaderes están en la rúa Francígena. La extensión del paraíso es de un tiro de piedra por cada lado.

LA PUERTA SEPTENTRIONAL

Detrás de este atrio (paraíso), está la puerta septentrional o Francígena de la basílica de Santiago, en la que hay dos entradas, también hermosamente labradas con los siguientes elementos: en cada una de las dos entradas, por la parte de fuera, hay seis columnas, unas de mármol y otras de piedra, tres a la derecha y tres a la izquierda, es decir, seis en una entrada y seis en la otra, lo que en total hace doce. Sobre la columna adosada al muro que por la parte de fuera separa los dos pórticos, está sentado el Señor en trono de majestad, impartiendo la bendición con la derecha y con un libro en la izquierda.

Rodeando el trono, y como sosteniéndolo, aparecen los cuatro evangelistas; a su derecha está representado el paraíso, donde el Señor vuelve a aparecer reprendiendo por su pecado a Adán y Eva; y a la izquierda, en otra representación, expulsándolos del paraíso. Allí mismo hay representados por doquier innumerables imágenes de santos, bestias, hombres, ángeles, mujeres, flores y demás criaturas, cuyo significado y formas no podemos describir, por su gran número. Sin embargo, sobre la puerta de la izquierda, según entramos en la catedral, es decir, en el tímpano, está representada la anunciación de la bienaventurada Virgen María. Aparece también el ángel Gabriel dirigiéndole la palabra, a la izquierda de la entrada lateral, sobre las puertas, aparecen labrados los meses del año y otras muchas bellas representaciones. En las paredes, por la parte de fuera, aparecen dos enormes y feroces leones, uno a la derecha y otro a la izquierda, que miran siempre a las puertas en actitud vigilante. En las jambas, en la parte alta, aparecen cuatro apóstoles sosteniendo cada uno en su mano ziquierda sendos libros y con las diestras elevadas impartiendo la bendición a los que entran en la catedral: en la puerta de la izquierda, a la derecha, está Pedro, y a la izquierda, Pablo; y en la puerta de la derecha, a la derecha, el apóstol Juan, y a la izquierda Santiago. Además sobre cada una de las cabezas de los apóstoles, aparecen esculpidos unas cabezas de toro que resaltan de los dinteles.

LA PUERTA MERIDIONAL

La puerta meridional de la basílica del Apóstol tiene, como hemos dicho, dos entradas y cuatro hojas. En la entrada de la derecha, por la parte de fuera está esculpida, en primer término, de modo admirable, encima de las puertas, el prendimiento del Señor. Allí se le ve atado a la columna a manos de los judíos, y azotado con correas, mientras Pilatos está sentado en su trono en actitud de juez. En la franja siguiente, encima de la anterior, aparece la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, con su Hijo en Belén, y los tres Reyes que vienen con su triple ofrenda a visitar al Niño y a la Madre, y la estrella y el ángel que los advierte de que no vuelvan al palacio de Herodes.

En las jambas de esta entrada hay dos apóstoles, uno a la derecha y otro a la izquierda, como guardianes de las puertas. De igual manera en la entrada de la izquierda, también en las jambas, hay otros dos apóstoles. En primer término de la misma entrada, sobre las puertas, están esculpidas las tentaciones del Señor. En efecto, ante el Señor aparecen unos horribles ángeles como monstruos, que le colocan sobre el pináculo del templo. Otros le presentan piedras incitándole a que las convierta en pan, mientras que otros le muestran los reinos del mundo insinuando que se los darán si postrándose los adora, ¡cosa que Dios no quiera! Pero hay también otros ángeles blancos, es decir, buenos, a su espalda y por arriba, adorándole con incensarios.

En el mismo pórtico aparecen cuatro leones, uno a la derecha en una de las entradas, y otro a la izquierda en la otra. En la parte alta del pilar, entre las dos entradas, hay otros dos feroces leones, con las grupas apoyadas el uno contra el otro. En el mismo pórtico hay además once columnas: cinco a la derecha, a la entrada derecha; y cinco a la izquierda, en la entrada de la izquierda; mientras que la undécima está entre las dos entradas, dividiendo los ciborios. Estas columnas, unas de mármol y otras de piedra, tienen esculpidas bellas imágenes de flores, hombres, aves y animales. El mármol es de color blanco.

Y no se ha de echar en olvido que junto a la escena de las tentaciones del Señor, está representada una mujer que sostiene en sus manos la cabeza putrefacta de su amante, arrancada por el propio marido, quien la obliga a besarla dos veces por día. ¡Grande y admirable castigo para contárselo a todos el de esta mujer adúltera!

En la zona superior, sobre las cuatro puertas, hacia el triforio de la iglesia, resplandece con hermosura un llamativo conjunto de piezas de mármol blanco. Aparece, en efecto, allí el Señor en pie, San Pedro a su izquierda con las llaves en las manos, Santiago a la derecha entre dos cipreses, y junto a él, su hermano San Juan. A derecha e izquierda están los demás apóstoles. Así pues, el muro, por arriba y por abajo, a derecha e izquierda, está bellamente labrado con flores, hombres, santos, bestias, aves, peces, y otros motivos que no podemos describir. Finalmente, sobre los ciborios, hay cuatro ángeles con sendas trompetas que anuncian el día del juicio.

LA PUERTA OCCIDENTAL

La puerta occidental con sus dos entradas, supera a las demás en belleza, proporciones y ejecución. Es más grande y más hermosa que las demás y está más finamentejecutada; desde fuera se accede por numerosos peldaños y está decorada con columnas de mármol de diversos tipos, con distintas representaciones y de varios estilos: hombres, mujeres, animales, aves, santos, ángeles, flores y adornos de diversa índole.

Son tantos los motivos que la decoran, que me es imposible describirlos. Sin embargo, señalemos, que en la parte de arriba está bellamente esculpida la transfiguración del Señor, tal cual sucedió en el monte Tabor. Aparece, en efecto, en ella el Señor envuelto en una blanca nube, con el rostro resplandeciente como el sol y la túnica refulgente como la nieve; el Padre le habla desde lo alto, mientras que Moisés y Elías, que se aparecieron al mismo tiempo, hablan con El de la muerte que había de afrontar en Jerusalén. Allí aparecen también Santiago, Pedro y Juan, a quienes el Señor reveló su Transfiguración con preferencia a los demás.

LAS TORRES DE LA BASILICA

Nueve torres habrá en este templo: dos sobre el pórtico de la fuente, otras dos sobre el pórtico meridional, otras dos sobre el pórtico occidental, otras dos sobre cada una de las escaleras de caracol, y otra mayor sobre el crucero en el centro de la basílica. Gracias a ellas y a las demás bellísimas realizaciones, la catedral de Santiago resplandece con gloriosa magnificencia. Además, toda ella está construida de poderosos bloques vivos, grisáceos y de una grandureza como el mármol, en su interior está decorada con diversas clases de pinturas, y por el exterior está muy bien cubierta con tejas y plomo. Sin embargo, de esta relación, unas cosas están terminadas y otras sin acabar.

LOS ALTARES DE LA BASILICA

Los altares de este templo van por este orden: primero, junto a la Puerta Francígena, que se halla en la parte izquierda, está el altar de San Nicolás; después el de la Santa Cruz; a continuación, en el ábside, el de Santa Fe, virgen; luego, el de San Juan apóstol y evangelista, hermano de Santiago; viene luego el altar del Salvador, en la capilla mayor del ábside; después, el altar de San Pedro apóstol; luego, el de San Andrés; luego, el altar de San Martín, obispo; y luego, el altar de San Juan Bautista. Entre el altar de Santiago y el Salvador, está el altar de Santa María Magdalena, donde se cantan las misas matinales para los peregrinos. Arriba, en el triforio del templo, hay tres altares: el principal dedicado a San Miguel arcángel; en la parte derecha otro dedicado a San Benito; y otro en la izquierda, el de los santos Pablo apóstol y Nicolás obispo. Es aquí donde se halla la capilla del arzobispo.

EL CUERPO Y EL ALTAR DE SANTIAGO

Ya que hemos expuesto hasta aquí las características del templo, vamos a tratar ahora del venerable altar del Apóstol. Pues en esta venerable basílica, es tradición que descansa con todo los honores, el cuerpo venerado de Santiago, debajo del altar mayor que se ha levantado en su honor, guardado en un arca de mármol, en un magnífico sepulcro de bóveda, admirablemente ejecutado y de dignas proporciones.

Este cuerpo se encuentra también entre los anamovibles, según el testimonio de San Teodomiro, obispo de la ciudad, que fue quien en su días lo descubrió y no le fue posible moverlo. Ruborícense, pues, los émulos transpirenaicos, que afirman poseer una parte o reliquias suyas. Porque el cuerpo del Apóstol se encuentra íntegro allí, divinamente iluminado con celestiales carbúnculos, honrado por divinos aromas que axhalan sin cesar, adornado con refulgentes luminarias celestes, y agasajado fervientemente por angélicos presentes.

Sobre su sepulcro hay un pequeño altar que, dicen, fue levantado por sus discípulos, y que por amor al Apóstol y a sus discípulos, no se ha atrevido nadie a desmontar después. Sobre éste se levanta un altar grande y maravilloso de cinco palmos de altura, doce de longitud y siete de anchura. Estas medidas las he tomado yo con mis propias manos. El altar pequeño está encerrado bajo el grande por tres lados, a saber, por la izquierda, por la derecha y por detrás, pero abierto por el frente, de forma que, quitando el frontal de plata, se puede ver perfectamente el altar viejo.

Si alguien, por devoción al Apóstol, quisiere regalar un mantel o un lienzo para cubrir su altar, que sea de nueve palmos de ancho y veintiuno de largo. Pero si por amor de Dios y devoción al Apóstol, alguien regala un frontal, procure que sea de siete palmos de ancho y trece de largo.

EL FRONTAL DE PLATA

El frontal que cierra el altar está bellamente trabajando en oro y plata. En el centro tiene esculpido el trono del Señor, rodeado por los veinticuatro ancianos, ordenados como San Juan, hermano de Santiago, los vio en su Apocalipsis, a saber, doce a la derecha y otros tantos a la izquierda, cin cítara y pomos de oro llenos de perfumes en sus manos. En el centro se sienta el Señor, como en trono de majestad, con el libro de la vida en la mano izquierda e impartiendo la bendición con la derecha. En torno al trono, están los cuatro evangelistas como sosteniéndolo. A derecha e izquierda, están colocados los doce apóstoles: tres a la derecha en la primera fila, y otros tres encima; lo mismo que a la izquierda, con tres en la primera fila y otros tres en la de arriba. Hay también hermosas flores en derredor y muy bellas columnas separando a los apóstoles. El frontal, de bella y fina labor, en la parte alta tiene grabados estos versos:

Diego Segundo, prelado que fue de Santiago, esta tabla
Hizo, cuando un quinquenio su episcopado cumplió,
Y del tesoro del Santo Apóstol setenta con cinco
Marcos de plata, para coste de la obra contó.
En la parte baja, tiene también esta inscripción:
Rey era entonces Alfonso, y su yerno el Conde Raimundo,
Cuando el prelado dicho, tal obra a cabo llevó.
EL TEMPLETE DEL ALTAR DEL APOSTOL

El templete que cubre el venerable altar, está decorado por dentro y por fuera con admirables pinturas y dibujos y con diversos adornos. Es cuadrado, descansa sobre cuatro columnas y de altura y medidas proporcionadas. En el interior, en primera fila, aparecen en figura de mujer las ocho virtudes particulares que cita San Pablo, dos en cada ángulo. Sobre sus cabezas, se yerguen ángeles que con sus manos alzadas sostienen el trono que ocupa el remate del templete.

En el centro del trono se sitúa el Cordero de Dios que levanta la cruz con su pie. Hay tantos ángeles como virtudes. Por el exterior, en primer término, hay cuatro ángeles que con sus trompetas anuncian la resurección del día del juicio. Hay dos por delante en una cara, y dos detrás en la obra. A la misma altura hay cuatro profetas: Moisés y Abrahán en la cara izquierda, e Isaac y Jacob en la derecha. Cada uno tiene en su mano una cartela con su profecía particular. En la fila superior están sentados en círculo los doce apóstoles. En la primera cara, es decir, por delante, aparece sentando en el medio Santiago, con un libro en la mano izquierda e impartiendo la bendición con la derecha. A derecha e izquierda tiene sendos apóstoles en la misma fila. De igual forma hay tres apóstoles en el lado derecho del templete, tres a la izquierda y otros tres detrás.

Sobre la cubierta, se sientan cuatro ángeles como guardando el altar, y en las esquinas del templete, en el remate de la cubierta, están esculpidos los cuatro evangelistas con sus propios símbolos. Por dentro está pintado y por fuera esculpido y pintado. En la cúspide, por el exterior, se remata en un triple arco, en el que está esculpida la Divina Trinidad. En el primer arco, el que mira a occidente está la persona del Padre; en el segundo, entre el mediodía y el oriente, la del Hijo; y en el tercero, el que mira al norte, la persona del Espíritu Santo. Y sobre este remate descansa una bola de plata resplandeciente sobre la que se alza una preciosa cruz.

LAS TRES LAMPARAS

Ante el altar de Santiago cuelgan tres grandes lámparas de plata en honor de Cristo y del Apóstol. La del medio es muy grande y está admirablemente cincelada en forma de pebetero, con siete recipientes con otras tantas luces, en representación de los siete dones del Espíritu Santo. Estos recipientes no se rellenan más que con aceite de bálsamo, de mirto, de mirobálano o de oliva. El recipiente mayor está en el centro, y cada uno de los otros seis que le rodean, lleva esculpidos por fuera dos apóstoles. ¡Que el alma del rey Alfonso de Aragón que, según se dice, fue quien la donó a Santiago, descanse en paz eterna!

DE LA DIGNIDAD DE LA IGLESIA DE SANTIAGO Y DE SUS CANONIGOS

En el altar de Santiago habitualmente no celebra misa quien no sea obispo o arzobispo, para o cardenal de la misma iglesia. Porque habitualmente acostumbra a haber siete cardenales en la misma basílica, los cuales celebran en es altar los divinos oficios. Creados y reconocidos por muchos papas, han sido además confirmados por el papa Calixto, nuestro señor. Esta dignidad que la basílica de Santiago posee por una respetable tradición, nadie debe quitársela, por amor al Apóstol.

LOS CANTEROS DE LA IGLESIA. PRINCIPIO Y FIN DE SU CONSTRUCCION

Los maestros canteros que emprendieron la construcción de la basílica de Santiago, se llamaban Don Bernardo el Viejo, maestro admirable, y Roberto, con aproximadamente otros 50 canteros que allí trabajaban asiduamente, bajo la solícitada dirección de don Wicarto, don Segeredo, prior del cabildo, y del abad don Gundesindo; durante el reinado de Alfonso, rey de las Españas, y durante el obispado de don Diego I, guerrero esforzado y varón generoso. El templo se comenzó en la Era MCXVI. Desde esta fecha hasta la muerte de Alfonso, valiente e ilustre rey de Aragón, se cuentan 59 años; y hasta el asesinato de Enrique, rey de los ingleses, 62 años; y hasta la muerte de Luis el Gordo, rey de los francos 63; y desde la colocación de la primera piedra en sus cimientos, hasta la colocación de la última, pasaron 44 años.

Desde el comienzo de la obra hasta nuestros días, este templo florece con el resplandor de los milagros de Santiago, pues, en él se concede la salud a los enfermos, se restablece la vista a los ciegos, se suelta la lengua de los mudos, se franquea el oído a los sordos, se da movimiento libre a los cojos, se concede liberación a los endemoniados y, lo que es todavía más, se atienden las preces del pueblo fiel, se acogen sus ruegos, se desatan las ligaduras de los pecados, se abre el cielo a los que llaman a sus puertas, se consuela a los afligidos, y las gentes de todos los países del mundo allí acuden en tropel a presentar sus ofrendas en honor del Señor.

LA DIGNIDAD DE LA IGLESIA DE SANTIAGO

Y no se debe olvidar que el papa San Calixto, de buena memoria, transfirió desde Mérida, ciudad metropolitana en territorio sarraceno, la dignidad episcopal, concediéndosela por devoción y en honor del Apóstol a la iglesia de Santiago y a su misma ciudad. Y como consecuencia ordenó y confirmó, como primer arzobispo de la sede apostólica de Compostela, al nobilísimo Diego que con anterioridad era obispo de Santiago.

 

Codex Calixtinus (Códice Calixtino)