El recorrido, la mochila, la ropa, los alojamientos… Todo está perfectamente organizado para nuestro peregrinar pero… ¿y nuestros pies? ¿Cómo vamos a cuidarlos durante tantos días de marcha? No es sencillo realizar todo el Camino sin problemas en nuestros pies, pero sí que podemos hacer que sean pocos y, casi, desaparezcan. Para empezar, es fundamental realizar estiramientos una vez concluida la etapa del día. La ducha, con una correcta higiene diaria, y la posterior hidratación de nuestros pies, con cremas nutritivas, nos ayudará a mantenerlos sanos. Y si lo que queremos es seguir llenando nuestro peregrinar de bonitos momentos y de interesantes imágenes, nos vendrá bien emplear unas cremas balsámicas o geles fríos para reconfortar nuestros pies y poder recorrer y conocer, así, las localidades en las que pernoctamos.
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