La credencial del peregrino hunde sus raíces en las acreditaciones y cartas de recomendación medievales. Alguien nos acredita y pone la mano en el fuego por mí, porque soy peregrino y porque me portaré como tal. Y se lo agradecemos. Por tanto, ni se compra, ni se vende y mucho menos al precio bochornoso de este anuncio que hemos encontrado: